martes, 29 de marzo de 2022

Ingeniero abre granja de grillos para acabar con el hambre

Agencias.- Cedric Nkundwanabake, un ingeniero agrícola de Ruanda, que abrió su granja de grillos en 2016, afirma que estos insectos, como gusanos y otros, son una fuente de proteína inmejorable para la creciente población mundial. Y no anda errado: hace años ya que la FAO asegura que pueden ayudar a paliar la demanda alimenticia.

 “Si a alguien le hacen falta proteínas, con cinco o seis grillos grandes le sería suficiente para una comida. Tendría que pagar por ellos unos 500 francos ruandeses (algo menos de 45 céntimos de euro), lo que no es demasiado caro. ¡Y están muy buenos!

Además, muchas personas en Ruanda no disponen de medios suficientes para comprar carne, pero estos insectos pueden paliar todas esas necesidades”, explica Cedric Nkundwanabake, de 31 años, mientras pasea entre una media docena de contenedores de plástico que parecen saludarle con un gri, gri, gri.

Y añade: “La gente tiene la idea de que en la comida solo interesa la cantidad, pero lo que importa realmente es la calidad. Además, con estos bichos se pueden hacer otras cosas: mezclarlos con pan, elaborar harinas…”.

Nkundwanabake, que proviene de una familia ruandesa tradicional y numerosa –tiene seis hermanos y una hermana–, estudió Ingeniería Agrícola y se ha dedicado profesionalmente al cultivo de diferentes plantas comerciales y vegetales desde que acabó la universidad, además de al activismo contra el plástico. Pero un viaje a Uganda, hace ya más de un lustro, le abrió una puerta que nunca antes había pensado en cruzar.

Él lo recuerda así: “En ese país vi a gente cocinando y comiendo insectos. Los disfrutaban, así que empecé a buscar información por internet. Toda la que pude: cómo se alimentaban, qué cosas necesitaba para su crianza… En 2016 comencé con dos cajas de grillos y fundé mi propia compañía, la Cricket Farming Rwanda. Lo hice en mi pueblo, Shyorongui, sin presión y sin ganas de competir con nadie. Primero quería aprenderlo absolutamente todo”.

Desde entonces, todo ha sido un continuo experimento para Nkundwanabake y sus grillos. Ha probado diferentes tipos de alimentos, distintas cajas, diversas intensidades de luz artificial.

“Lo que más les gusta son las zanahorias y otros vegetales como coles, pero los más pequeños necesitan algunas proteínas extra. Desde que nacen del huevo hasta que nos los podemos comer, deben pasar unos tres meses como mínimo.

Y, cuando el clima no es demasiado bueno, es mejor para las crías si las meto en unas jaulas especiales. Por ejemplo, estos que vienen ahora son de cuarta generación”, dice mientras señala una especia de cajonera llena de arena donde no se ve nada más a simple vista.

Cedric Nkundwanabake no anda desencaminado al hablar de que los grillos, y los insectos en general, podrían ayudar de una manera notoria a luchar contra el hambre. En Ruanda, y pese a la significativa mejoría económica experimentada en los últimos años, el 40% de la población del país (de algo menos de 13 millones de personas) vive todavía bajo el umbral de la pobreza.

Y en África, en general, las estadísticas no son más halagüeñas; pese a albergar al 16% de los habitantes del planeta, acoge también al 30% de los pobres del globo y únicamente alcanza el 2,8% del PIB mundial.

Uno de cada cuatro africanos padece desnutrición. “Muchas de las naciones de nuestro entorno lloran y sufren malnutrición. Esto es una innovación que puede ayudar a mucha gente”, afirma Nkundwanabake.

Con información de El País.

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