
Ciudad de México.- Es la hora de la comida y Paula Urbana, de 71 años, no ha parado de empaquetar las compras de extraños en un supermercado de la colonia Roma, en Ciudad de México. Su oficio puede sonar raro en otros lados, pero en México son las personas mayores, generalmente jubilados, quienes pasan horas de pie en las cajas del súper metiendo en bolsas la compra de la gente por una propina. Por esas cajas pasan a diario miles de manos, de bocas y de virus y la OMS ya ha determinado que los mayores de 60 son población de riesgo. Si el Gobierno no toma medidas, estos ancianos seguirán ahí cuando la epidemia se recrudezca porque la mayoría vive al día con una triste pensión o sin ella, y las propinas son tan vitales para ellos como la alimentación para toda la ciudadanía. Estas tiendas, como las farmacias, no se cerrarán.