jueves, 24 de febrero de 2022

La guerra en los tiempos del Covid

ABRACADABRA / 24 de febrero de 2022.- Como si algo más faltara en estos años tan duros para la humanidad, hoy comienza un conflicto bélico entre dos potencias mundiales. Y no es que haga falta un rollo más en medio del mar de reflexiones y publicaciones que se están generando en estos momentos, pero aún así decidí sacar a mi plumita del ostracismo y escribir. Porque los relatos son lo único que permanece cuando el tiempo se lo lleva todo.


Guerra en tiempos de la comunicación, espectáculo mediático, leña del árbol caído. Hambre de acción o simple morbo. No ha sido la única guerra, en medio oriente es cosa de todos los días desde hace décadas.  

Qué tanto nos importará la guerra, si sólo somos testigos detrás de una pantalla, si no frenamos ese tren de consumo de hidrocarburos, de recursos, de energías. Si dejamos a los osos polares y las focas morir, si asesinamos millones de reces y vacas y cerdos y pollos y peces cada día. Si talamos hectáreas de árboles sanos para verter concreto sobre toda esa tierra fértil. Si seguimos comprando prendas hechas por niños y mujeres semiesclavizados en Asia. Hoy son los ciudadanos de Ucrania, las víctimas, pero víctimas del salvajismo humano las hay todos los días desde que pisamos este planeta por vez primera.


Sin embargo, la guerra de hoy, en un mundo que se dice “saberlo ya todo”, con nuestra globalización y nuestro alcance tecnológico, es una guerra donde muchas naciones son culpables, y no sólo Rusia, pues lo que sucede hoy no es más que el resultado de la indolencia, del egoísmo, del dejar hacer y dejar pasar, y claro, es un excelente pretexto para mover esa asquerosa maquinaria bélica que representa las bases de la economía militar de los Estados Unidos, y que se mueve contra algún “enemigo al acecho” cada que el aire huele a recesión o crisis monetaria. Y si creemos ingenuamente que en este conflicto hay buenos y malos, pues como siempre, seremos los borreguitos que aprenderán una historia de latón, ya ni siquiera de bronce. Todos los involucrados en los bombardeos de hoy, y en los bombardeos en Siria y en Afganistán y en Iraq, todos son malos. Personas muy malas y perversas.


El uso de la violencia militar contra la población entre naciones, es algo tan arcaico que parece ridículo tan sólo pensarlo. ¿De qué sirve todo ese desarrollo científico, y del pensamiento, todos esos simposios y tesis y foros de las academias, todas esas cortes y tratados y organizaciones de naciones unidas? ¿De qué sirven esas cancioncitas de paz que graba cada cierto tiempo un colectivo de artistas, de qué sirven las olimpiadas y los himnos, de qué sirve toda esa basura que a diario nos comemos en redes sociales sobre “somos el cambio”, “unidos somos mejores”, “por un mundo mejor”?  ¿De qué sirven mis 100 pesos donados para la Unicef?


Si seguimos siendo todos parte del circo entre unos cuantos payasos con poder que se disputan los recursos y en el camino pisotean a los niños, a las mujeres, a los hombres y ancianos, las casas, las escuelas y hospitales, los parques y los museos, todo eso que llamamos patria y hogar.


Antes eran los persas, los romanos, los nazis, ahora son los gringos y la OTAN contra los rusos o los norcoreanos o los mediorientales. 


Seguimos tan estúpidos como cuando vivíamos en casas de piedra y nos calentábamos alrededor de fogatas comiendo mamuts. Todo esto, esto que llamamos evolución y proceso civilizatorio, es una pinche farsa, y no sirve de nada si sigue aflorando primero el animal, y nunca el hombre, el mal llamado sapiens. 


Y entre todo este desastre. ¿El Covid qué lugar ocupa? ¿Le pasamos página ya? Porque ese tema ya no va a vender tan bien como la guerra, no va a dar el mismo rating, ni likes, ni comentarios. Entonces les daremos la bendición a todos los enfermos, y oraremos por Ucrania y cambiaremos nuestra foto de perfil con la bandera de fondo, una bandera que estoy segura nadie sabe de qué color es ni qué representa. 


 

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