martes, 18 de febrero de 2020

Ayer

Columna "Abracadabra"
Por: Yuri Alejandra Cárdenas Moreno

Ayer fue un día interesante en mi vida. Uno de esos días en que el clima es muy agradable, y las ideas se acomodan, los planes toman forma. Ayer tuve menos problemas para despertar que otros días y ese ánimo me llevó a la calle a dar una caminata bajo el sol. A pesar de que una rodilla me duele no perdí oportunidad de dar la vuelta por el parque y sentarme a contemplar el paisaje entre verde y urbano mientras una cálida brisa calentaba mis huesos enteleridos de tanto frío pasado. Volví a casa y entonces abrí la computadora para ver las noticias. 

Y entonces me enteré del hallazgo de Fátima. 

Y recordé el caso de Ingrid. 

Lloré de pena, y de enojo. 


Y el resto del día pasé ya distraída, pensando en estas palabras. Le comenté a mi esposo que lo más probable es que no sea buena idea tener hijos. No en este país de terror. 

En meses pasados, ante las protestas y destrozos en el Ángel de la Independencia por los grupos de mujeres (no voy a decir feministas porque eso es ya una etiqueta que se malentiende en un país misógino) que protestaban por la violencia de género, tenía sentimientos encontrados sobre sus acciones. La resistencia civil, a mi parecer, no tiene por qué llevarse de calle los símbolos que nos identifican a todos. Sin embargo, no critiqué la intención del movimiento, pues es de lo más entendible. 

Sin embargo “entender”, no es lo mismo que “suscribir”. Y creo que hasta hace unos días, con lo de Ingrid, y ayer, con lo de Fátima, no había logrado abrirme realmente a la posibilidad de ser yo misma una manifestante más, una “vándala” orgullosa de pisar y romper y abrazar el movimiento con toda convicción. 

El Ángel de la Independencia es un símbolo hueco si detrás de él hay un país en el que ya nadie, ni mujeres, ni niñas, ni hombres, ni niños, ni nadie, puede vivir en paz. 

Cuando Trump dice que va a solicitar a su gobierno que la violencia de los cárteles en México sea clasificada como “Actos terroristas”, lo hace para justificar quizá una futura presencia militar en el país, sin embargo, no puedo estar más de acuerdo. En México, las formas de violencia son perversas, salvajes, inquinosas, meticulosas. Dignas de los maestros del cine Gore. 

Ahora sí podemos decir, que vivimos en “México Bárbaro”, el país de los ignorantes, de los gordos, de los envidiosos, de los flojos, de los transas, de los indolentes, de los corruptos, de los lujuriosos, de los apáticos, de los olvidadizos, de los impuntuales, de los irrespetuosos, de los “vale madres”, de los “inguesu”.... el país de los trogloditas. 

Quienes me conocen lo saben, pero a quienes no, me presento. Soy una mujer de 32 años, recién casada, hermana mayor de 2 mujeres, hija de un matrimonio clasemediero muy unido. Soy Historiadora, Maestra en Comunicación y recientemente Técnica Cosmetóloga Facialista. Rara combinación producto de la falta de empleo y oportunidades, de la falta de espacios libres de mafias y revanchismos, de los salarios miserables, de los jefes tóxicos, de la misoginia, de la inflación y la necesidad de salir adelante. 
Abrí un pequeño negocio, con muchos esfuerzos, y lo estoy levantando día con día. Pero una constante en esta nueva empresa es el miedo. Y no el miedo al fracaso o a lo desconocido, sino un miedo mucho más básico: el de perder la vida un día de estos.

Diario salgo de casa con miedo a ser asaltada con un arma de fuego, levantada para ser violada y posteriormente asesinada, y cuando llego a mi local, tengo miedo de abrir la puerta y encontrarlo saqueado, o de que alguien me obligue a abrir para después robarme y matarme. Tengo miedo cada que un cliente me contacta por redes para pedirme informes de mi ubicación, pues cualquiera podría ser un extorsionador intentando volverme cliente cautivo del derecho de piso. Tengo miedo de regresar a mi casa de noche al acabar mi jornada y sobre todo con las pocas ganancias del día en mi bolsillo. Ahora camino mirando de reojo a los lados cuando escucho pasos cercanos. Ya no uso mi sortija de matrimonio porque puede ser una “tentación” para los ladrones. Cuando saco el celular mientras camino por la calle lo sostengo tan fuerte que me lastimo la mano, esperando nadie intente arrebatármelo. Llevo las llaves de mi casa, el teléfono y algo de dinero  en el pantalón, en caso de que me roben la mochila. Jamás saco ya mis tarjetas a la calle y sólo llevo una identificación encima. Evito las calles oscuras o mal iluminadas (que son muchísimas en Xalapa) y camino rápido, con mala cara, lista para correr o pelear en cualquier momento. 

¿Es eso justo? ¿Es eso vivir, o simplemente sobrevivir? 

No quisiera tomar este asunto desde el punto de vista del feminicidio, no porque carezca de importancia, sino porque desde mi perspectiva, en este país nos están matando a todos, poco a poco, todos los días. 

A esos clasemedieros que todo el tiempo se quejan de que en México no hay cosas tan “bien hechas” como en otros países (me incluyo), quisiera preguntarles (y me pregunto):

En un país donde no hemos aprendido siquiera a dejar de matarnos unos a otros, como animales salvajes, ¿cómo podríamos esperar que venga el futuro, el progreso?

Soy una mujer sencilla, pero muy inteligente y preparada, y no pienso usar la falsa modestia para matizarlo. Hasta hace un tiempo era apasionada de la política, del acontecer nacional y local, pero después de un sin fin de decepciones y corajes, de algunas pérdidas personales y muchas reflexiones sobre la importancia de la vida, decidí alejarme un poco de la toxicidad informativa y dedicarme a mis actividades. 

Sin embargo, la realidad siempre viene y toca a tu puerta, a veces lo hace cortésmente, otras, como ayer, lo hace de manera violenta y abrupta. 

Ayer decidí no ser madre en este país, y deseé en mi corazón, de ser posible, poder un día emigrar con mi esposo muy lejos de aquí. Mientras eso no suceda, voy a tratar de apoyar la causa de la no violencia, de la justicia, de la no corrupción.

¡Ay, pero es tan difícil!... Lo veo a diario con mi padre, y sus luchas presidiendo el Sistema Estatal Anticorrupción, como intentando planear con un paracaídas agujereado, enfrentándose a gente que lo último que quiere es dejar de ser corrupta y ratera y mezquina. No se puede dar perlas a los cerdos, pues no sabrían más que pisotearlas. 

¿Qué hacer entonces? Pues sí, hay que salir a romper todo, al estilo de los franceses, o no salir, y ver qué hacen los gobiernos y los empresarios con el país desierto de trabajadores, de compradores, de esclavos. 

Quisiera creer que lo de Fátima fue el punto de quiebre… que a partir de ese momento la historia comenzará a cambiar… pero tampoco le doy muchas esperanzas a mi México mágico, con sus memes y su ignorancia, y su machismo, y su incapacidad de preocuparse por algo más que le implique pararse del sillón y pensar. Ayer me di cuenta de algo: Qué triste es vivir en el país de los muertos. 

1 comentario:

  1. Hola! Leo tus palabras y me identifico en algunos de tus planteamientos y sentimientos. La situación que describes, casi cabe en cualquier país hispano, soy venezolana - española, ahora vivo en Xalapa y estoy felizmente casada. Para mí, que llevo un año en Xalapa, la siento una ciudad amable y tranquila, claro está ando por la calle tomando mis previsiones. No se compara con la tensión con la que vivía en Caracas, en especial durante época de protestas con calles bloqueadas, disparos y bombas lacrimógenas, sorteando obstáculos hasta llegar a casa y cerrar bien las ventanas para que no se metieran los gases. Eso fue una situación extrema.

    Ahora,sí lo que experimentamos es un reflejo de lo que llevamos dentro para sanar y tomar conciencia, entonces me preguntó que inseguridades hay en mí, porque me siento amenazada? Esto no es desconocer lo que sucede, al contrario es reconocerlo y con la voluntad poner toda la intención de atenderlo desde un lugar de integridad personal. Así como reconozco mi vulnerabilidad, también reconozco el poder de enfocar mi voluntad y atención para orientar pensamientos, emociones y acciones. Comprendiendo dónde estoy sin juzgarme, sigo buscando la coherencia y congruencia mientras voy desarrollando la consistencia y fortaleza necesaria. Preguntándome a diario cual es mi propósito y para que se me presentan estas personas y circunstancias? Y voy tomando decisiones dónde siento y pienso tienen sentido. Y cuando hago las cosas con sentido para mí me siento viva, a pesar de cualquier circunstancia.

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